La terapia familiar consiste en el tratamiento de la familia, donde generalmente hay un miembro sintomático con alguna dificultad particular. A veces no es suficiente tratar a esa persona en terapia individual y se necesita acudir a su sistema familiar para generar un espacio de diálogo en las sesiones y poder tratar el problema con un enfoque más amplio.
En una terapia familiar participan varios miembros de esa familia, con puntos de vista diferentes sobre la situación, con distintas maneras de hacer frente a las dificultades y con diversos grados de sufrimiento. Los niños y niñas de corta edad no suelen disponer de la capacidad de expresar su malestar ante situaciones familiares que les afectan y sobre las que tienen escaso control. Su participación en las sesiones suele ser fundamental, dependiendo de la problemática a tratar y por supuesto adecuando los contenidos y la forma de trabajo a su edad y situación particular.
El objetivo de la terapia es dotar a la familia de herramientas para modificar sus pautas de relación y permitir que se den los cambios en uno o en varios miembros del núcleo familiar. Las familias en terapia tienen la oportunidad de escucharse y de conocer puntos de vista que a veces nunca han sido compartidos. Se trata de fomentar una nueva forma de relacionarse, un encuentro más sincero y profundo, encuentro que en el día a día y con el paso del tiempo la familia ha ido perdiendo.
Tradicionalmente, la terapia familiar ha sido exitosa en el tratamiento de las drogodependencias, de los trastornos de la conducta alimentaria y de dificultades de comportamiento en adolescentes. En ocasiones se necesita aunar muchos esfuerzos y para eso se implica a toda la familia en el trabajo psicoterapéutico.
La duración de las sesiones es de 75 minutos, y la frecuencia de asistencia es variable. Lo habitual es que al principio de la terapia familiar sea conveniente acudir una vez por semana para realizar una valoración del caso y una contención de la crisis que ha propiciado la búsqueda de ayuda profesional. En las primeras consultas resulta prioritario lograr la colaboración de todos los miembros de la familia, sobre todo de los más resistentes a la terapia.